Gaza (Palestina), a 22 de diciembre de 2013


Querido Guille,

Me encuentro en Gaza. Said me ha invitado a pasar unas vacaciones con él y con su hija Dooa. Aquí la navidad es un momento entre mágico y trágico. Se vive de una forma tan extraña y maravillosa que a veces me pregunto si conseguiremos vivir todos en paz. Llevo cinco días conociendo a gente maravillosa, gente que comparte ilusiones y esperanzas, sin importar qué religión albergue su corazón. También he visto historias heladoras, y creo que duermo peor esta noche sabiendo el miedo que se sufre cuando la injusticia te apunta directamente a la cabeza.

Said me ha dicho que algún día conseguirá un futuro mejor para su hija, pero yo creo que sólo trata de engañarse a sí mismo para creer que en esta tierra hay futuro. Tengo miedo, Guille. Miedo de que al final sean las balas y no las palabras las que ganen la guerra. Miedo a que hombres buenos como Said acaben empuñando un arma para poder salvarse. Sé que siempre dices que los héroes son momentáneos, pero necesito creer que pueden salvarse y sobrevivir.

¿París? Es maravilloso imaginar tu sonrisa al caminar por calles como esas, e incluso tu miedo a lo desconocido (sé cuanto odias viajar y perder de vista tu pequeña vida). Pero descubro nuevas cosas de ti, y sé que eres fuerte y que acabarás encontrando un lugar al que llamar hogar. Sólo espero que pueda ser yo, y no otra, a la que abraces por las noches.

Te escribiré en cuanto regrese a Buenos Aires. No te alejes ni un sólo instante, por favor.

Sonríe,

Libertad.

Aquella canción no era la nuestra

Aquella canción no era la nuestra,
pero si hubiese sonado un poco más aguda, te habría invitado a bailar a pesar de mis pies torpes.
Podría haberte convencido de que los salvavidas sólo prorrogan lo inevitable,
si naufragas donde lo hizo el Titanic.

Me habría bastado una canción menos para besarte,
pero justo aquella noche cambiaban la hora para quitarle otro año más a nuestra infancia,
y arrebatarnos todos los quizás que acababan en futuro.
Ambos sabíamos que el AVE no espera, pero joder si me importó alguna vez perder dinero para invertirlo en tus labios.

Pero si aquella canción no era la nuestra, ¿Por qué me dolía el alma mientras llorabas?
Ya no me acuerdo, puede que en realidad me doliese el alma mientras yo lloraba,
y que fueses tu la que bailase aquella canción de más que le sobró a nuestra historia,
Y yo simplemente bebiese mientras mi amigo invertía en tus labios.

Sonó demasiado grave el chapuzón en aquel lugar donde naufragó el Titanic.
Sopesé los salvavidas buscando alguno que no me recordase a ti,
e invité a bailar a un sonrisa que necesitaba una canción más
para cometer todos los pecados que imaginé en tu cuerpo.