Buenos Aires, 16 de Abril de 2013



Querido Guille,

Te dije que no iba a escribirte nunca una carta, así que supongo que esta es otra de las promesas que incumplo contigo. Te escribo desde la Calle Chile de San Telmo, dónde me he instalado para una larga temporada. Aquí el mundo gira más despacio, como si todos hiciésemos un esfuerzo para pararlo, o para evitar que nos arrolle con su inagotable falta de tacto.

En cuanto a lo de dejarlo todo y empezar de cero, te diré que uno siempre acaba encontrándose en cada estación que para. No puedes huír de ti, Guille, y no puedes buscar la salvación en cortar con todo y buscar los nortes que no exísten. He leído en alguna parte que las mejores historias de amor son las que se luchan día a día, el uno al lado del otro. Dicho esto, creo que nuestra historia es un desastre maravilloso.

Te mando todas las fotos que he hecho pensando en tí, para que te sirvan de consuelo hasta la próxima carta.

Sonríe,

Libertad.

p.d.1: No llegaré para la fiesta de la primavera, es más, probablemente haya pasado cuando recibas la carta. Pero volveré pronto a casa.

p.d.2: No esperes que te escriba otra carta, supongo que esta la excepción a toda regla. Puede que añorase tus chistes y tus malas ideas, o que te echase de menos, y necesitaba que supieses de mi.

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No he podido resistirme, no incluir a Libertad en esta historia sería como dejar demasiadas cosas a medias, como respirar con medio pulmón, y conocer siempre una versión del la historia. Espero que este giro os haya gustado tanto como a mi. El principio de esta historia se puede ver pinchando aquí.

Todo marcha viento en popa, y en breve anunciaré cosas importantes.

Gracias por estar ahí siempre.
Cuidaos mucho.

p.d.: Para los que no lo hayáis visto o leído, os recomiendo nuestro primer recital junto a dos grandes de las letras, una fotógrafa impresionante y un eterno de la música: Se llamaba Pandora. Ahora con secuela...

Contradicción


Trataba de decirte que la oscuridad se terminaba en el interruptor
que mis silencios nunca llevaban tu nombre,
y siempre desaparecían cuando llegabas a casa.
Que por mucho que lo odiásemos, en mi piel estaban todos tus besos. 

Tu pensabas en las miles de huidas que soñaste de pequeña y nunca hiciste
en que tu mundo era gris y frío a pesar de las sonrisas y los abrazos.
Que deseabas coger el primer avión al último destino,
y que tenías la certeza de que yo te quería, pero no te amaba.

Hubiese dado cualquier cosa por que supieses que sin ti respiraba sólo a medias,
porque comprendieses que mis cicatrices eran sólo el miedo a tu marcha,
que nada me quedaría si tus maletas traspasaban la puerta,
y que yo sabía que me olvidarías antes del verano.

Por eso el sexo aquella noche se convirtió en contradicción y deseo,
te desnudé despacio y te comí con fuerza,
sabiendo que esa noche no cambiaría nada, que tu te marcharías,
y yo me quedaría pensando en todos los quizá que acababan en nada.