Para comenzar

Existen muchas formas de coger un camino, y miles de andar sobre él. No debemos obsesionarnos con la idea de que perdemos el norte, o de que tardamos más de lo debido en llegar, como decía el Libro de los itinerarios: Siempre acabamos llegando a donde nos esperan. La meta, es sólo un objetivo, una consecuencia de nuestros pasos. Nada más. Y sin embargo, ¿Cuál es mi meta?


Durante este verano he visto como se deconstruye la razón, como las ideas radicales y el despotismo van colonizando todos los sectores de la sociedad. Quizá este año haya sido especialmente revelador en ese sentido para mi. Y no es que no haya descansado, desconectándome de una sociedad casa vez más impotente ante los atracos a mano armada a los que un gobierno desacreditado nos somete. He seguido con atención los acontecimientos, y he protestado ante los abusos, la ignominia, el desprecio al que a menudo somos sometidos los que creemos que honor, razón y verdad deben ser las patas del código humano.

Sin embargo, también he comprendido que en España, cualquier acción política puede ser enmascarada con una dosis de religión y fútbol. Cualquier acción, incluida aquella que pueda llevarnos a la pérdida total de todo derecho social.

En España, la política, el fútbol y la religión son drogas de doble filo, las dos últimas son utilizadas para dividirnos y para evitar que hablemos de la primera. No es de extrañar, por tanto, que hasta un PSOE desnortado y pusilánime sonría ante la visita del líder de la religión católica, o la perspectiva de 11 encuentros entre el Barça y el Madrid en poco más de un año.

Así, los pocos inconformístas, podrán ser tachados de "perroflautas", violentos, parásitos sociales u otros motes con los que tratar de minimizar al pueblo que, herido pero no muerto, aún sigue reclamando su derecho a opinar.

En definitiva, estoy harto de la palabra recorte (que va en contra de los mismos), de ajustes para ahogar más a aquel que ya no puede respirar, de decretazos que nos cohartan nuestra libertad, de golpes y porrazos a la democracia, de privilegios primitivos y un largo etcétera.

Pero a la vez sonrío porque cada vez que leo algo en internet, descubro que nadie se rinde, que aumenta el número de los que luchamos, que no cedemos sino que avanzamos.

Y con eso -aunque ni el capitalísmo ni dios estén de nuestra parte- llegaremos algún día a la meta, y ganaremos.