El mundo casi eterno

Si he de quedarme con algo de
este mundo que nace en tus ojos azules,
en ese frío que es parte de tus manos.
en ese té caliente que encierra un gesto grácil.

En tu forma de sostenerlo.
En tu forma de desnudar mi alma
mientras me comes.

Si he de quedarme con algún verso.
o con algunas cartas que no se escribieron.
Cuentos que me inventaré para explicarte como te necesito,
o como te querré mejor.

Deseando verte en cada foto.
En las horas de mi despertador,
y a mi lado en la almohada.

Me quedaré con un pedazo de tu risa,
esa fina línea que perfila la alegría en tu rostro.
La fragilidad más dura y a la vez cristalina.
Tu manía de poner las manos frías en mi pecho.

Tu portal al despedirnos en silencio.
Las últimas gotas de luz.
Las primeras farolas estropeando el momento.

Pero sobre todo, si tengo que quedarme con algo,
entre todo,
me quedo con este último beso.

De miradas en distinta dirección




A lo peor llegue demasiado tarde,
o los silencios se hicieron más prolongados.
Más incómodos y duros en nuestros labios.

Mis contestaciones, lo sé, no eran tan dulces como antes.
Pero dolían los puñales de la confianza,
y las risas se enfriaron como las cenas
en nuestro restaurante preferido.

No había culpables ni culpa.
No había como esconderse de una angustia creciente.
Éramos dos náufragos en una isla,
mirando al horizonte deseando encontrarnos.

Sin saber –o sin querer saber-, que estábamos al lado.
Aunque no entiendo la diferencia entre tenerte al lado y lejos,
si ya no te tengo como antes.

Y así, te buscaba en el espejo y no te encontraba.
Será que yo no mirábamos en la misma dirección,
y todo era hoy más extraño.